Carta desde Fuenlabradas
Hemos recibido una preciosa carta de Marga Pina Palacín, participante de la Flysch Trail, y hemos decidido compartirla, a modo de agradecimiento.
CARTA DE MARGA PINA PALACÍN Y CORREDORES DE FUENLABRADA AL PUEBLO DE ZUMAIA Y A LA ZUMAIA FLYSCH TRAIL. 3 OCTUBRE 2018
¡Hola!
Me llamo Marga. Me dio Íñigo Castro, vecino de Zumaia, tu dirección de mail poco después de terminar la carrera del Flysch de este año 2018. Yo quería escribir unas palabras de felicitación y agradecimiento con la idea de que llegasen al mayor número de personas. Le pregunté a Íñigo Castro, y éste te preguntó a ti. Le comentaste la posibilidad de escribir en dos sitios, uno en castellano y otro en vasco (lo siento, no hablo ni escribo vasco). Más tarde le dijiste que mejor te lo enviase a ti y tú ya lo pasabas.
Espero que con todos estos detalles haya conseguido hacerte recordar o bien ponerte en situación.
He tardado un poco en escribir, no quería que fuese producto del fervor de la carrera recién realizada. Han pasado unos meses y aún recuerdo lo realmente importante, casi como si hubiese sido ayer. Y eso es lo que te quiero contar.
Inicio mi relato y confío que se lo hagas llegar, por favor, de un modo u otro, al pueblo de Zumaia.
Hace un par de años conocimos en la sierra de Madrid a un vecino de Zumaia, a nuestro querido Íñigo Castro. Unos meses más tarde nos había organizado un fin de semana en el pueblo para conocer la zona. Fue en esos días cuando nos habló de la carrera del Flysch. En la siguiente edición no pudimos estar, pero un año más tarde casi enloquecemos por no quedarnos sin dorsal para la carrera de los 22 km.
Y así fue como un grupo de Madrid (exactamente de Fuenlabrada y alrededores) de 19 personas nos encaminamos encantados a realizar la dura prueba, y por supuesto a reencontrarnos con Íñigo Castro, su familia, su tierra, la gente…. Pero, sin duda, no teníamos la menor idea de lo que nos esperaba.
Y a partir de aquí hablo en singular, aunque sé que el sentimiento es compartido por todo el grupo.
No soy corredora de “trail”, sino de asfalto. Y soy aficionada, no una gran experta en este deporte ni en este tipo de pruebas. No obstante, he coqueteado con ello y he hecho alguna que otra carrera de este tipo. La última antes de la del Flysch había sido el año anterior en Chamonix, de tan sólo 10 km.
En cuanto a la carrera fue más duro que lo esperado, y me encontraba en terreno ajeno a lo que practico, el asfalto. Pero si hay una palabra que defina cómo calificar la experiencia, es: ¡increíble!.
Tengo que felicitar a la organización y a todas las personas implicadas, estaba todo tan perfecto que pareciera ingeniería de un reloj suizo. Tenía la posibilidad de perderme por mi inexperiencia, pero era imposible; estaba perfectamente señalizado todo el recorrido. Sin duda, superaba de forma notable a la organización de la carrera que hice en Chamonix y a otras que he realizado en la sierra de Madrid. Se notaba que detrás había habido un gran trabajo, y además, que estaba muy bien hecho. ¡Felicidades!
Podría decir que el paisaje era un verdadero regalo para la vista. Y eso aliviaba la dureza de la prueba. Les felicito y envidio por tener esa tierra maravillosa. Y agradezco muchísimo a las personas que me permitieron pasar por sus caseríos y compartir conmigo y demás corredores, eso tan bello de lo que pueden disfrutar cada día.
Pero lo más importante, lo más llamativo y emocionante, fue el comportamiento del pueblo de Zumaia, me refiero tanto a la gente que participaba en la carrera como voluntarios (en avituallamientos o zonas intermedias indicando el camino) y a los que se molestaron en salir de sus casa para animar a los corredores. Fue conmovedor. Los voluntarios nos ofrecían su propia comida, charlaban y nos animaban, siempre con una sonrisa y encantados. Tengo que reconocer que se extrañaban que parásemos a charlar un poco (yo corría con dos compañeros). No íbamos a hacer marcas ni tiempo, simplemente fuimos a disfrutar la carrera. Y lo hicimos. Y ellos contribuyeron en gran medida a que fuese así. Por otro lado, la gente con su aliento casi nos impulsaba. Aproximadamente en el km 20 nos esperaba una gran sorpresa, según nos había dicho un paisano: “un repecho”. Yo no lo llamaría así. A día de hoy, tres meses después, sé perfectamente, que conseguí superar ese tramo gracias al fervor y el aliento de la gente. Me emociono cada vez que lo recuerdo. Es increíble la fuerza que puede dar un grupo de personas, desconocidas, cuando crees que ya no puedes más. Es una experiencia que si no vives no puedes entender. No encuentro palabras que puedan expresar mi agradecimiento por lo que me hicieron sentir, además de por conseguir llegar arriba del todo.
¡Gracias!, ¡muchas gracias pueblo de Zumaia!. En estos tiempos en los que el ser humano parece que sólo destruye, contamina, intoxica…, nos distéis una gran lección de generosidad. Jamás olvidaré esa experiencia.
Os animo a que sigáis con ello, a pesar del trabajo y esfuerzo que debe suponer, os aseguro que para los que corremos, merece la pena.
Un saludo.
¡Hasta siempre o quizás hasta el próximo año!.
Marga.
Gracias a Íñigo Castro por llevarnos hasta la línea de “salida”. Estaremos en deuda con él eternamente.
Y gracias a ti por facilitarme expresar (sobre todo, agradecer) con palabras esta aventura.
Marga Pina Palacín y los Corredores de Fuenlabrada
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